El lado oscuro del progreso y la segunda
revolución industrial
La
segunda etapa de la Revolución Industrial comenzó en 1870 aproximadamente. Y
quizás fuera el invento de la dinamo la que diera un nuevo empujón a la carrera
por la modernización tecnológica. La obtención de fuerza hidroeléctrica
gracias a estas dinamos permitieron transformarla en luz, y por ende, en
energía para los nuevos transportes que iban surgiendo. La era de los
transportes daba un nuevo salto adelante, y por otro lado, la sociedad se veía
recompensada con un nuevo elemento desconocido hasta entonces: el
alumbrado. Las horas de oscuridad, de candiles y cera, quedaban
atrás. Cuando en 1879, Thomas Edison presentó la lámpara incandescente la
sociedad ya se había preparado para lo que, uno tras otro, iba a llegar en
aquellos años de finales del XIX y principios del siglo XX.
Aquel
desarrollo industrial se centró en Europa, donde el Reino Unido era el gran
dominante; la potencia mundial cuyos tentáculos se adentraban en todos los
continentes. Ellos fueron el perfecto ejemplo del significado de la Revolución
Industrial. En primer lugar porque crearon una industria textil con la que
acumularon capital suficiente como para continuar con los estudios e
innovaciones tecnológicas, y en segundo lugar, porque su vasto imperio colonial
otorgaba el material económico y en materias primas como para afrontar con
garantías la llegada de esta segunda fase en la que la siderurgia y el
ferrocarril serían los elementos principales.
Sin
embargo, aquella Revolución Industrial también tuvo sus puntos negros, que en
este caso se reflejaban en la cada vez mayor explotación laboral. Jornadas de
quince horas y el nacimiento de lo que Karl Marx definió como alineamiento
de los trabajadores.
El
éxito de la Revolución Industrial estuvo sustentado desde muchos puntos de la
economía y la cultura, pues si la sociedad supo acoplarse y recibir con
expectación todos aquellos avances y desde el punto de vista económico se
estaba en una época de bonanza, también la apertura de nuevas rutas comerciales
favoreció el engrandecimiento de todas aquellas naciones que se alineaban a ese
nuevo progreso. En ello fue importantísimo también la
apertura del Canal de Suez, en Egipto, en 1869, que permitió un
comercio más fluido entre Europa y Asia. Además las redes ferroviarias iban en
aumento, y se comenzó una carrera loca por conseguir conectar, por un lado, las
dos costas de Estados Unidos, y por el otro lado, los principales puntos
comerciales de Europa. Por último, la presentación en sociedad de las primeras
líneas telefónicas de larga distancia permitió conectar en el instante a
distintos puntos del mundo agilizando de este modo el comercio.
El
ritmo de aquellos años parecía por momentos frenético. Era una carrera
contrarreloj por ser los primeros en la que Inglaterra, Estados Unidos y
Francia habían adquirido ventaja. Pero aquel imperialismo; aquella supremacía,
no hizo sino crear más tensiones entre determinados países. Alemania e Italia
se veían relegados y pronto surgieron los conflictos políticos… estábamos
ante las puertas de la Primera Guerra Mundial.
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